lunes, 29 de octubre de 2012

En una cabeza con miedos no hay espacio para los sueños

Sábado 27. Llegamos temprano, después de recorrer 300 kilómetros de mate y bizcochos. A eso de la una estábamos ya en Plaza de Mayo, zambullidos de cabeza en el nosotros. Nosotros, los que extrañamos al chabón desgarbado que nos sacudió un futuro posible por la cabeza y que decidimos recordarlo con  alegría.

Grupo viajero. Falta Rober que estaba detrás de la cámara. Esta escribiente cerrando fila.

No voy a hacer una crónica del dia -muchas buenas horas compartidas, risas y moqueos todo junto, ver caer la noche en Parque Lezama rodeados de banderas- pero quería dejar una imagen:
A Plaza de Mayo cayó un colectivito arrastrando un trailer con un montón de músicos, más personas que las que ese trailer podía contener. Cuando me acerqué a verlos ya estaban soltando una chacarera, violinista incluido, medio colgado del borde pobre tipo. Ahí nomás la gente se mandó a bailar. Bailaban al ritmo de nuestras palmas, sobre inmundas leyendas escritas en las bandas blancas de los pasos de peatón que -sospecho- dejaron los cacerolos en su evento. No fue intencional, ni las vieron, nadie miró el piso, se mandaron nomás. Pero así, sin querer, las frases empezaron a ser palabras sueltas, las palabras sólo letras inconexas, y el odio se diluyó en su propio sinsentido.

Me traje un pin que dice " En una cabeza con miedos no hay espacio para los sueños". Y yo, ante tanto miedo reaccionario, prefiero arriesgarme a soñar que un mundo mejor es posible y que el sueño puede ser real aunque falte mucha mucha caminata, una caminata que debe hacerse con los ojos bien abiertos.

Lo siento por los ciegos voluntarios que añoran el pasado, ustedes se la pierden.


 

Las fotos son de Roberto Ramos. Si quiere ver el resto, éntrele a su féisbuk

domingo, 21 de octubre de 2012